De la visión y el espanto: el tacto suspendido y la experiencia ante el límite
DOI:
https://doi.org/10.7203/laocoonte.0.4.11068Resumen
En la pintura del pintor bogotano Epifanio Garay (1849-1903), “La mujer del Levita”, la fascinación y el espanto entran en escena. El acto representado da pie para formular un diálogo con lo que sugería Pascal Quignard cuando decía que para los romanos “el sexo estaba ligado al espanto”. A partir de esta premisa, las próximas páginas se proponen dialogar con todo aquello que para los antiguos prefiguraba la interdicción ante todo cadáver: “no tocar”. Sin embargo, se verá que todo se juega en el momento en que, en la escena de la pintura, el tacto se suspende y la prohibición es puesta en suspenso. La mirada del horror, la mirada tautológica, los ojos del éxtasis, son algunos de los canales de entrada de este artículo para descubrir lo que yace detrás de una escena donde las posiciones no son estables y la mirada es discontinua. El gusto romano por “la bella muerte”, o bien, lo que Georges Bataille llamó la “nostalgia por la muerte”, dibuja para nosotros un paradigma con respecto a la sospecha de un lazo, no sólo entre la fascinación, la belleza, la muerte y el erotismo, sino también la prescripción de las imágenes que preservan para sí lo irrepresentable.
In the painting of bogotan painter Epifanio Garay (1849-1903), “The woman of the Levite”, fascination and horror come into scene. The act helps developing a dialogue with the suggesting argument of Pascal Quignard when he said that for
Romans “sex was linked to the terror”. From this premise, the following pages are proposed dialogue with all what the ancient foreshadowed the ban primarily corpse: “do not touch”. However, will be that everything is played at the time, on the stage of the painting, touch is suspended and the ban is put on hold. The look of horror, the tautological look, the eyes of ecstasy, are some of the channels of entry of this article to discover what lies behind a scene where the positions are not stable and the eyes is discontinuous. The Roman taste for
“beautiful death”, or, what Georges Bataille called “nostalgia for death”, draws for us a paradigm with respect to the suspicion of a loop, not just among the fascination, beauty, death and eroticism, but also prescription of the images that preserve for himself the unrepresentable.
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