Gestos ilustradores manuales: pictogramas, marcadores espaciales y marcadores temporales en narraciones conversacionales del castellano chileno

Author
Affiliation

Silvana Guerrero González

Universidad de Chile

Abstract
This research characterizes the pragmatic functioning of manual illustrative gestures, specifically pictograms, spatial markers and temporal markers, used in conversational narratives of Chilean speakers, and describes their relationship with social factors, gender and educational level of the speakers. For this purpose, a sample of 54 videotaped conversational narratives is analyzed. The results of the study show that pictograms have a much higher frequency of use compared to the other types of illustrators that have been analyzed here, but that, as a whole, this type of gesture is usually related to the reportability of the story and, in most cases, to the evaluation of the stories. In addition, the illustrators studied are co-structured with verbal elements that also contribute to the narrative development. The illustrative gestures identified are mostly recorded in conversational narratives produced among men at the middle and university levels of education.

1 Introducción

Las investigaciones que se hacen cargo de los signos no verbales son, en la actualidad, cada vez más frecuentes. Prueba de ello son, por ejemplo, la reciente monografía editada por Cestero (2023) en los Anejos de Oralia, y la puesta en marcha del proyecto Hablar sin palabras: construyendo un Atlas de gestos creado y dirigido por Cestero y otros (en línea). En este contexto, resulta pertinente concretar un análisis que permita contribuir al desarrollo de los estudios sobre comunicación no verbal en la lingüística chilena, donde los trabajos existentes son todavía escasos (véase Guerrero, 2017, 2018, 2020; Lizasoain et al., 2021; González Riffo y Silva, 2023; Reyes y Guerrero, 2023; Guerrero González y González Riffo, 2023) en comparación a los que están disponibles en la lingüística hispánica, en general.

Un asunto básico del que parte el estudio propuesto es que “tanto nosotros como nuestro entorno estamos emitiendo constantemente signos no verbales” (Poyatos 2017: 17). Otra dimensión clave es que “la comunicación humana se efectúa mediante una coestructuración de signos verbales y no verbales” (Cestero, 2021:345). Estos hechos son los que permiten señalar, a la vez, que la interacción comunicativa es multimodal, puesto que en ella se articulan paralelamente tres sistemas: lingüísticos, paralingüísticos y quinésicos (Poyatos, 1994, 2013; Cestero, 2016, 2021).

Ekman y Friesen (1969) ya habían precisado que los actos no verbales se clasifican en cinco tipos genéricos: emblemas, ilustradores, reguladores, adaptadores y expresiones o manifestaciones de afecto o emoción. Considerando estos antecedentes, esta investigación aborda los gestos ilustradores manuales presentes en narraciones conversacionales de experiencia personal del castellano chileno. En este estudio, un gesto manual implica un movimiento de brazos, manos o dedos, cuyo propósito es ilustrar o aportar contenido referencial, u organizar el discurso y estructurar la interacción (Cestero, 2014). De manera específica, el trabajo se propone responder dos preguntas esenciales: (a) ¿cuál es el funcionamiento pragmático de los gestos ilustradores manuales empleados en las narraciones conversacionales? y (b) descriptivamente, ¿cuál es la relación entre los gestos bajo estudio y los factores sociales sexo y nivel educacional de los hablantes?

Para responder estas interrogantes, se analizan 54 narraciones conversacionales videograbas de hablantes chilenos, quienes, en pareja, cuentan una experiencia personal que vivieron de manera conjunta  y que, por lo tanto, puede narrarse interaccionalmente. Estas narraciones forman parte del corpus CNV.Chile. Corpus de comunicación no verbal de Chile [inédito].

Puesto que las narraciones que se analizan se expresan de manera conversacional, la coestructuración verbal-gestual es cardinal en la evolución de la cadena narrativa, porque con un gesto manual o con una mirada puede indicarse, por ejemplo, un cambio de turno de habla, que ciertamente influiría en cómo se cuentan los hechos. Poyatos (2017) destaca, en este sentido, que una conversación se construye mediante una serie de intercambios verbales y no verbales entre un mínimo de dos participantes, cuyo flujo de turnos de habla es irregular y donde se llevan a cabo actividades simultáneas, pausas visuales y acústicas, y otras conductas dentro de cada turno de habla. Consecuentemente, en este trabajo sostendremos que las narraciones conversacionales también obedecen a sus propios patrones interactivos y que su análisis es clave para comprender la dinámica donde se coestructuran lo verbal con lo gestual en torno a una vivencia compartida.

A partir de lo anterior, los objetivos propuestos son: caracterizar el funcionamiento pragmático de los gestos ilustradores manuales, del tipo pictogramas, marcadores espaciales y marcadores temporales, empleados en las narraciones conversacionales y describir la relación entre los gestos que son el foco de esta investigación y los factores sociales sexo y nivel educacional de los hablantes.

Para cerrar esta introducción, debemos destacar que el presente estudio es relevante por las siguientes razones: (1) porque con él se aportan datos relevantes para el estudio de la comunicación no verbal en Chile, que, como ya se ha indicado, tiene todavía un escaso desarrollo; (2) porque permite poner el foco en el estudio de la oralidad, y nos acerca al complejo ámbito de las conversaciones coloquiales; y (3) porque se aproxima al análisis de las narrativas y su relación con la comunicación no verbal y la variación lingüística. Los aspectos mencionados parecen ser esenciales, debido a que estamos ante una práctica social y comunicativa básica: la narración. Su análisis, por tanto, permite el acercamiento a fenómenos lingüísticos y no lingüísticos que surgen en las prácticas discursivas y que son, en lo fundamental, funcionales a los intereses de los hablantes.

2 Marco teórico

2.1 Comunicación no verbal: gestos ilustradores

De acuerdo con Poyatos (1994), la configuración quinésica del hablante está conformada por gestos, maneras y posturas. En este orden, el autor define la quinésica como:

Cualquier movimiento o posición observable de base psicomuscular, consciente o inconsciente, voluntario o no, utilizado aisladamente o con la estructura lingüística o paralingüística: gestos […], maneras y posturas. La percibimos visualmente (una postura), audiblemente (un chasquido de dedos) y cinestésicamente (en un abrazo), y está sujeta al desarrollo ontogénico, estratificación social y distribución geográfico-cultural (Poyatos, 2017: 23).

Entre los gestos existentes, están los manuales, y dentro de ellos los ilustradores, que, según la propuesta de Ekman y Friesen (1969) se vinculan de manera directa con el lenguaje verbal, dado que lo acompañan, enfatizan o ilustran. Además pueden repetir, sustituir, contradecir o reforzar la información verbal. Forgas y Herrera (1999), por su parte, señalan que los ilustradores ejemplifican o ilustran a través del gesto aquello que se está transmitiendo. Investigaciones como la de González Riffo y Silva (2023) concluyen también que este tipo de gestos aporta contenido referencial al discurso. Esto mismo había sido descrito por Cestero (2020), quien precisa que dichos gestos conllevan aporte de contenido, de modo que tienen un valor semántico específico.

Como ya hemos indicado, en este trabajo nos centramos en los gestos que se ubican en la realización lenguaje verbal-quinésica, y más concretamente en los gestos ilustradores manuales. Los ilustradores pueden, por ejemplo, reproducir con un gesto manual la forma del objeto del que se está hablando o, dicho de otra forma, cuando la gente habla de gestos, normalmente describe ilustradores, o se refiere a las formas en que utilizamos los movimientos de las manos para comunicar un mensaje o para ayudar en su comunicación (Bawman, 2021), como se ve en la imagen 11.

Imagen 1. Ilustrador manual “H: [vi que el] palo estaba botado / entonces / miro / tomo el palo / y lo saco po [del cerco]” (HM04M)

El gesto manual de la primera imagen ilustra el acto de “tomar el palo”, que se coestructura también con el gesto de la cabeza, inclinada hacia el lado y mirando las manos que ilustran el acto de mirar y tomar un palo. En paralelo, puede señalarse que el gesto bajo análisis se articula con la dimensión verbal no solo porque la ilustra, sino también porque aparece en las cláusulas narrativas que dan inicio a la complicación del relato y en ellas se emplea, además, el presente narrativo tanto en el verbo “mirar” como en “tomar”. Bien sabido es que el empleo del presente narrativo se vincula con eventos que transforman la narración en reportable (Silva Corvalán, 1983; Guerrero y Arriagada, 2017) y que por ello ha sido analizado como parte del componente evaluativo de las historias. En este sentido, son tanto el ilustrador como las formas verbales utilizadas por el narrador las que aportan a la eficacia comunicativa de los hechos.

Los ilustradores también han sido denominados gesticuladores (Kendon, 1972), gestos representacionales (McNeill, 1992) o movimientos léxicos (Krauss et al., 1998)2. Específicamente, los que aquí se analizan corresponden a tres de las categorías propuestas por Poyatos (2017): primero, se hallan los denominados pictogramas, es decir, gestos puramente imitativos, con un alto grado de iconicidad, sobre todo manuales —en este estudio, solamente manuales—, que acompañan al discurso trazando en el aire o en una superficie la forma, contorno o volumen de un referente. De manera más concreta, Forgas y Herrera (1999) indican que los ilustradores pictográficos dan cuenta de tamaño, forma, configuración o apariencia del referente expresado verbalmente. En segundo lugar, se analizan los marcadores espaciales, que son para Poyatos (2017: 61-63) referencias directas a las dimensiones de espacio y tiempo. Se trata de actos quinésicos que ilustran tamaño (como por ejemplo, el empleo de la palma de la mano hacia abajo para la altura de una persona, en nuestra comunidad de habla), distancia (‘muy lejos’ alzando el brazo hacia adelante, o ‘gestos lentos e impresionantes’ haciendo una ondulación con la mano) y situación (identificando algo o a alguien en el espacio). Por último, también siguiendo a este autor, se revisa el empleo de los marcatiempos o marcadores temporales de pasado, presente o futuro, que dan cuenta de diversos puntos en el pasado (por ejemplo, movimientos amplios hacia atrás o hacia adelante para indicar pasado distante, movimientos cortos hacia adelante para el pasado inmediato), presente (movimiento que expresan también inmediación espacial) o futuro (gestos semicirculares para indicar avance temporal, gestos semicirculares hacia adelante para el futuro distante), así como la repetición y duración de los acontecimientos —periodicidad, repetición, lentitud, rapidez y recurrencia—.

Lo que da sustento a este trabajo es precisamente que esta coestructuración verbal-quinésica que permite alcanzar “sentidos mediante la combinación de los significados o valores de todos los signos (verbales y no verbales)” (Cestero, 2021: 351).

2.2. Narraciones conversacionales de experiencia personal

Las narraciones son formas en las que nos creamos y recreamos. Pueden involucrarnos en una interacción dialógica, donde los narradores utilizan múltiples modos, como imagen, sonidos y gestos para responder a la necesidad de crear significado (McVee y Boyd, 2016). Por ello, abordar el estudio de las narrativas orales multimodalmente es fundamental. 

Probablemente, una de las definiciones más utilizadas para estudiar la narración oral de experiencia personal es la de Labov y Waletzky (1957), quienes ponen énfasis en la secuencia de hechos del pasado. No obstante, autores como Norrick (2000) indican que el foco de investigación deber ser realmente la función interaccional actual del relato, puesto que al recrearse los recuerdos de los sucesos del pasado se producen adecuaciones al contexto presente. Estos postulados son respaldados por Juzwik (2012). En lo que sí coinciden los autores con los postulados labovianos es en la narrabilidad o reportabilidad de la historia, aunque siempre enfocándose en la co-narración, que da la posibilidad de revivir experiencias compartidas, confirmar la unión entre los interlocutores y verificar, a través del relato, el sentimiento de pertenencia a un grupo. Según Labov (2004), cualquier relato se construye alrededor de un evento más reportable, es decir, un evento que no es muy común y tiene consecuencias para los participantes; al ser reportable, queda automáticamente justificada su elección por parte del narrador. Asimismo, que el evento sea reportable sería producto del relato conjunto y del sentido de “bienestar” y colaboración de los conarradores.

Johnstone (2001, 2006) pone de relieve la necesidad de estudiar tanto el proceso de construcción como la narración resultante. Del mismo modo, Thornborrow (2012) destaca que la narración es un fenómeno intrínsecamente interactivo. Esto es explicado por Briz (2016), quien destaca que, al contar un relato, se genera una alteración normal y aceptada de la toma de turno. En el caso del co-relato o relato conversacional dialogal, señala el autor, habrá más dialogicidad y, por tanto, mayor dinamismo, lo que implica también que siempre habrá un narrador principal.

Pese a las diversas críticas que han recibido los postulados de William Labov para el estudio de las narraciones de experiencia personal, para la ejecución de este trabajo nos serviremos de su propuesta estructural, donde una narración plenamente formada se compone de seis partes esenciales: 1) resumen o proposición general que la narración va a ejemplificar, 2) orientación, 3) acción de complicación de la narración o clímax del relato, 4) evaluación, conformada por todos los fragmentos en que el narrador utiliza medios que hacen de la historia un relato interesante y, por tanto, reportable, 5) resultado o resolución y 6) coda (Labov y Waletzky, 1967;  Labov, 1972).

Considerando los antecedentes anteriores, en esta investigación destacamos especialmente la necesidad de estudiar la narración conversacional coloquial y, más específicamente, en cómo opera en ella la comunicación no verbal en términos de ilustradores gestuales manuales.

3 Marco metodológico

3.1 Construcción y características del corpus

El corpus de esta investigación corresponde a 54 narraciones conversacionales, grabadas audiovisualmente, y obtenidas mediante diseño narrativo para el estudio autobiográfico y de tópico3. Dichas narraciones constituyen el corpus inédito de comunicación no verbal en Chile (CNV.Chile; Guerrero González y González Riffo, inédito). Estas narraciones, aunque no forman parte de conversaciones más amplias, podrían serlo perfectamente. Por ello, se ajustan a la definición de narración oral de Camargo (2003: 14):

codificación oral de una secuencia de hechos percibida por el hablante como coherente, que tiene un principio y un fin y que es utilizada en la interacción conversacional cotidiana con una finalidad cultural, social y personal.

Las narraciones fueron reportadas por sujetos santiaguinos se agrupan en lo que en la mayor parte de los estudios sociolingüísticos se conoce como el grupo etario intermedio, esto es, hablantes que tienen entre 35 y 54 años de edad. Desde el punto de vista de la teoría sociolingüística, dicho grupo está constituido por los hablantes cuyo desarrollo laboral puede considerarse pleno, pues se consideran sus etapas vitales, las que, a su vez, suelen estar vinculadas con la cultura de cada comunidad lingüística (Blas Arroyo, 2005).

En relación con los factores sociales involucrados en este estudio, se trabaja con dos diferentes: el sexo (mujer y hombre) y el nivel de educación (estudios básicos, estudios secundarios –medios– y estudios superiores). Se trata de una muestra uniforme, que se organiza como se indica la siguiente tabla.

Tabla 1. Tabla de distribución de los informantes

3.2 Procedimientos analíticos

El estudio expuesto sigue la sólida propuesta de trabajo de Cestero (2004, 2009, 2014, 2016, 2017) seguida también en Guerrero (2017, 2018) y sobre todo en Guerrero González y González Riffo (2023). Las etapas básicas de ejecución de este trabajo son:  1) identificación de los gestos ilustradores manuales correspondientes a pictogramas, marcadores espaciales y marcadores temporales presentes en las narraciones que conforman el corpus, 2) caracterización de dichos gestos desde la dimensión pragmática y su coestructuración con el lenguaje verbal, y 3) relación descriptiva entre el empleo de los ilustradores y los factores sociales sexo y nivel de estudios de los hablantes.

Debe aclararse que en este trabajo no se han considerado otros gestos manuales, como los emblemas o las maneras, que, dada su relevancia en el desarrollo de la cadena narrativa, ameritan un estudio independiente.

4 Análisis y discusión de resultados

Esta presentación de resultados se divide en dos grandes partes, según las preguntas de investigación y los objetivos derivados de ellas.

4.1 Caracterización pragmática de los gestos ilustradores manuales empleados en las narraciones conversacionales

El análisis de los datos de cuenta de que la presencia de gestos ilustradores manuales es muy alta. De hecho, se registran 306 casos, cuyo propósito en la cadena narrativa parece ser justamente el de contribuir a la interpretación adecuada de aquello que se está contando, en la medida en que sirven de guía para la interpretación. Asimismo, es importante destacar que, en principio, estos gestos se vinculan muy fuertemente con la reportabilidad del relato, en un sentido laboviano, según se detallará más adelante.

Del total de casos, no todos se comportan pragmáticamente de maneras similares. Por ello, se ha seguido la propuesta de Poyatos (2017) para dar cuenta de: marcadores espaciales (70/306), marcadores temporales (6/306) y pictogramas (230/306).

En lo que respecta a los marcadores espaciales o marcaespacios, Poyatos (2017: 61) indica que estos constituyen referencias directas a las dimensiones de tiempo y espacio. Puede tratarse de actos quinésicos, cuyo propósito sea el de demostrar tamaño, distancia y situación, en este último caso para identificar a alguien o algo en el espacio.

Sirvan de ejemplo de marcadores espaciales, los siguientes:

Imagen 2. Ilustrador manual “A: [había marihuana (( )) / bastante de hecho] [de hecho era era a un a un huaso le compré tre-] le pasé treinta lucas / millones de semillas pero / pero era una cantidad pero MONSTRUOSA era por lo menos medio kilo yo creo” (HH03A)

En la imagen que precede, el hablante ilustra con sus manos el gran tamaño al que está aludiendo. Al hablar de una “cantidad monstruosa”, hace referencia a “enorme” y esto es lo que grafica mediante el gesto manual, donde sus manos de expanden y las palmas quedan enfrentadas, a la vez que da cuenta, verbalmente, de dicho tamaño de manera enfática (con mayúscula en la transcripción). Es relevante a la vez, que esto gesto ilustrador se coestructura con el uso del “pero” enfático, explicado por Gili Gaya (1961: 282) en el sentido de que está

destinado a manifestar sorpresa, extrañeza, asombro o a interrumpir en la conversación con una frase ajena a la misma. Es también su rasgo característico que se acentúa en la pronunciación y con este valor enfático se emplea dentro de las frases exclamativas, en las cuales pierde todo valor adversativo.

En este sentido, en la imagen 2, resulta evidente que la dimensión espacial representada con las manos —el enorme tamaño— contribuye a evaluar aquello de lo que se habla, haciendo de la historia una que sea más digna de contarse.

Imagen 3. Ilustrador manual “(…) o sea / la numeración empezaba suponte tú del cien / hacia arriba / pero las cabañas quedaban más abajo / no quedaban en el centro del Tabo / quedaban afuera del Tabo al frente de un bosque” (MM04B)

El ilustrador manual expuesto en la imagen, donde se aprecia la mano empuñada con el dedo índice apuntando hacia atrás y en dirección hacia abajo, se utiliza en paralelo al segmento discursivo “más abajo”, que además está antecedido por una pausa que permite, luego, enfatizar lo que la narradora quiere destacar respecto de la distancia a la que se encontraban las cabañas que está describiendo. Se trata de un ilustrador relevante que se coestructura no solo con la dimensión verbal, sino que además con un gesto de la cabeza (un levantamiento de cabeza) y la mirada (mirada en diagonal hacia el horizonte) que apuntan también a esta distancia lejana. En la imagen se aprecia, de hecho, que la informante levanta su cuello con la intención de mostrar que el lugar aludido se aleja de lo que en sus expectativas era lo esperado.

También en este grupo se hallan los ilustradores que marcan situación aludiendo a algo o a alguien en el espacio. En el ejemplo que sigue, la narradora está contando los momentos previos al nacimiento de su hija. En este contexto, emplea el marcador espacial para dar cuenta de la posición en la que se encontraba su hija en los momentos previos a su nacimiento.

Imagen 4. Ilustrador manual “pero como que tuve que salir altiro / rápido al banco todo / como que / no lo asocié a nada / y mm / y era por eso / porque se había quedado quietita quietita / estaba en posición ya para encajarse / para bajar” (MM02A)

Según se ha señalado previamente, la narradora ilustra con el gesto manual la posición de su hija previa al parto: con la mano izquierda, abajo, simula sostener a la niña, y con la mano derecha, arriba, ilustra la forma en la que estaba encajada. Además, con la posición de sus manos, se puede ilustrar el tamaño pequeño de la niña que está por nacer. La situación descrita verbalmente se muestra también con el empleo del gesto manual, cuyo uso permite que la conarradora mantenga la mirada directo hacia su interlocutora, puesto que el efecto que genera el ilustrador le otorga viveza y dramatismo al relato.

Los marcadores temporales, aunque escasos en el corpus revisado, son igualmente importantes. Para Poyatos (2017), se trata de marcatiempos de pasado, presente o futuro, así como de repetición y duración de los acontecimientos —periodicidad, repetición, lentitud, rapidez y recurrencia—.

Imagen 5. Ilustrador manual “la ceremoniaa de inicio / de inauguración del programa vocacional de este año / del año pasado en realidad / del dos mil quince” (MM01A)

El ilustrador temporal destacado se coestructura con la alusión al pasado correspondiente al año anterior. La narradora flexiona su brazo y apunta con el índice hacia atrás para dar cuenta de que hay una diferencia temporal respecto de los acontecimientos del presente. Este ilustrador se enfatiza, a su vez, con el uso de “en realidad”, que evidencia que la hablante está informando y destacando lo que quiere reforzar para su audiencia, esto es, que lo que va a contar ocurrió hace ya un año.

Imagen 6. Ilustrador manual “H: mira / una sobrevida de supuestamente seis ocho meses y vivió como un año / y fue como triste porque / vimos su evolución / deteriorarse” (HM02A)

Con el ilustrador manual se puede ver el avance temporal de la evolución del estado de salud de un determinado paciente. En este caso, el movimiento es reiterativo de la mano en posición vertical, del modo que se incluye el pasado reciente, pero también el futuro, que da cuenta de dicha evolución.

Los pictogramas son sin duda el tipo de ilustrador manual más empleado en el corpus bajo estudio. Se trata de un tipo de gesto manual que imita aquello que se está diciendo y que resulta, por lo tanto, altamente icónico. De acuerdo con Poyatos (2017), los pictogramas trazan en el aire o en una superficie la forma, contorno o volumen de un referente, según se aprecia en las imágenes que siguen.

Imagen 7. Ilustrador manual “mucha gente se caía / porque las cascadas de agua te van mojando todo el terreno / más encima que como estaba lloviendo mucho” (HM03A)

En el ejemplo de la imagen, los narradores están contando sus vacaciones. Lo que se aprecia en la imagen es que se ilustra la forma de las cascadas de agua con las manos “dibujando” estas cascadas con un movimiento sutil que ilustra lo verbal. Es interesante que el uso de este pictograma contribuya a la teatralización de los hechos que se están contando. Con su empleo, la narradora logra captar la atención de su conarrador, cuya mirada se mantiene fija hacia ella, y de la audiencia (quien graba), y hace que la historia sea más interesante o reportable, en el sentido laboviano del término.

Imagen 8. Ilustrador manual “H: claro / bueno / fuimos a un restorán un día / estábamos en Bellavista y había que subir una esca- una escalerita / entonces yo / subo el coche” (HM05A)

Como en la imagen 7, en esta nuevamente es el movimiento sinuoso de la mano del narrador el que “dibuja” la escalera de la que está hablando. Además, mueve la mano hacia arriba, porque refleja el acto de subir en lugar de bajar la escalera. También en este caso se puede ver la atención que le presta la conarradora y la audiencia, a quien se dirige el narrador.

Imagen 9. Ilustrador manual “A: puta yo no me acuerdo en qué momento yo huevón / yo pesqué el melón con vino compadre con esta mano” (HH05B)

En este ejemplo, a diferencia de los anteriores, lo que el narrador hace es ilustrar el contorno del objeto al que está aludiendo, en este caso, un melón. Aunque a simple vista parecen similares, este ilustrador opera de manera diferente de (4), puesto que en ese caso lo que se ponía de relieve era la situación vivida y se mostraba una posición, en este lo que se ilustra con las manos es el contorno del melón y de cómo fue tomado por el narrador con ambas manos. Es, de hecho, lo que él mismo destaca “yo pesqué” y simula el evento. En este sentido, no se relata una situación sino una acción concreta ya finalizada (verbo en pasado).

Imagen 10. Ilustrador manual “H: abrimos las frazadas y empezaron a echar las cosas adentro de las frazadas / oye / era / sin exagerar / así” (HM06M)

En la imagen 10 se ilustra el volumen del objeto del que se está hablando, que en este caso corresponde la ropa que la mujer presente en la historia había llevado a las vacaciones, cuyo volumen, a juicio de su pareja, también presente en la narración, era innecesario. Con los brazos y las manos abiertas, el hablante logra mostrar el volumen que se formaba con la ropa dentro de la frazada. No se trata solo del tamaño, como en el ejemplo (2), porque no solo se quiere destacar únicamente un tamaño grande, sino que con los brazos y las manos totalmente abiertas y con un giro lateral y levemente hacia abajo, como “apuntando” la ropa, se quiere ilustrar lo exagerado del volumen de ropa, calificado incluso como incómodo en las cláusulas narrativas sucesivas. La cabeza y la mirada también acompañan al gesto manual, pues el narrador mira precisamente hacia la ropa que grafica.  

A partir de la revisión del corpus, podemos señalar que lo que se pone en juego con el uso de gestos ilustradores manuales es, en gran medida, la reportabilidad de los hechos. Por ello, su empleo se articula perfectamente con el componente evaluativo de la historia. Se trata, en concreto, de evaluación integrada (o interna), puesto que conserva la continuidad dramática de la historia (Labov, 1972). Los casos identificados, además, contribuyen a las dimensiones que destacan Thompson y Hunston (2001: 5 y ss.). Para dichos autores, las principales causas de la importancia de la evaluación se agrupan en tres: 1) expresa la opinión del hablante y refleja el sistema de valores de la persona y su comunidad, 2) construye y mantiene las relaciones entre el hablante y quien escucha y 3) organiza el discurso (“esto sucedió y esta es mi opinión sobre eso”). Estas dimensiones, en su conjunto o por separado, se aprecian en la revisión de los ejemplos aquí expuestos, que en paralelo responden a lo que indica Cestero (2018), esto es, que la comunicación no verbal facilita el entendimiento del mensaje en la medida que expresa actitudes, emociones y estados psicológicos. En el marco de la narrativa dialogal coloquial, quien relata es capaz de (re)interpretar los hechos y valorar sus principales características, sea de manera verbal, o en coestructuración con signos propios de la comunicación no verbal. El siguiente esquema resume esta primera parte del trabajo.

Esquema 1. Gestos ilustradores manuales en la narración conversacional

En definitiva, son los gestos lo que guían la interpretación y aportan, por tanto, a la eficacia comunicativa (Cestero, 2020).

4.2 Relación entre los gestos ilustradores manuales y los factores sociales sexo y nivel educacional de los hablantes

Del total de narraciones analizadas, solo en 6 no se registran ilustradores manuales de los que aquí se analizan, por tanto, en el 88,8 % (48/54) de los relatos este tipo de gesto parece cobrar especial relevancia. Además, el promedio observado es de 6,3 gestos ilustradores manuales por narrativa conversacional. 

En relación con la distribución de los ilustradores manuales, puede señalarse que se trata de un tipo de gesto que se presenta con mucha frecuencia en las narraciones estudiadas. Se trata, según se ha reportado antes, de 306 casos, que se ubican mayormente en la complicación de la narración. Los marcadores temporales observados (6) son parte de cláusulas orientacionales.  En paralelo, podría argüirse que los ilustradores analizados, especialmente, los gestos que ilustran tamaño o volumen cumplen, a su vez, un rol relevante en la evaluación del relato. Labov (2013) señala que la evaluación marca la parte central e informativa del relato, no obstante, podría aparecer cada vez que el hablante lo considere necesario. En esta misma línea, aunque solo a modo de ejemplo, Silva-Corvalán y Enrique-Arias (2017) destacan que la falta de expresividad en la narrativa oral, expresada en términos de ausencia de rasgos tales como habla reportada, repeticiones, exclamaciones, sonidos expresivos y gestos, sería equivalente a la falta casi total de evaluación. Lo que en este trabajo comprobamos es que un relato sin evaluaciones no es posible de contar. De hecho, a partir de los casos (1), (2) y (3), lo que puede colegirse es que los ilustradores funcionan de tal manera que se coestructuran con la dimensión verbal del relato, que cumple, justamente, un rol de componente evaluativo, sea mediante un recurso que tiende a favorecer la teatralización de los hechos, como el presente narrativo, como en (1), o de elementos que apoyan la intensificación, como en (2) y (3).

Se exponen a continuación las tablas 2 y 3 de distribución de gestos ilustradores manuales según las variables sexo y nivel de estudios.

TABLA2

Tabla 2. Frecuencia de ilustradores según la variable sexo

Respecto de los ilustradores que caben dentro de la categoría de los pictogramas, estos son producidas, más comúnmente, en los relatos generados entre hombres (103/230), pero no se observan diferencias de su uso en los relatos que se coestructuran entre hombre con mujer (64/230), ni entre mujer con mujer (63/230). Lo realmente interesante, en este caso, es la diferencia en cuanto a la frecuencia de empleo de los gestos ilustradores manuales con contenido semántico que se observa en las narraciones masculinas del corpus.

Los marcadores espaciales son los que, podríamos decir, tienen menos homogeneidad en su distribución sociolingüística, pues si bien son más comunes de hallar en las narraciones entre hombres (31/70) en los relatos mixtos se registran en 23/70 ocasiones y en los de mujeres en 16/70 oportunidades. Como puede apreciarse, los saltos cuantitativos son más llamativos que en los dos casos previos.

Los marcadores temporales, por su parte, también se registran más en las narrativas masculinas (4/6) y nuevamente no hay diferencia alguna en las narraciones de hombre con mujeres, y de mujeres con mujeres (1/6, respectivamente).

TABLA3

Tabla 3. Frecuencia de ilustradores según la variable nivel de estudios

En relación con el nivel de estudios, los pictogramas se observan en 104/230 ocasiones entre los hablantes del grupo cuyo nivel educacional es el medio, pero prácticamente no se registran diferencias entre quienes tienen estudios altos (66/230) y básicos (60/230). Los marcadores espaciales permiten dar cuenta de que es el grupo con nivel de formación alto el que más los emplea (31/70), seguido por el grupo con estudios medios (24/70) y con menos frecuencia se hallan en el grupo con nivel educacional básico (15/70). Los ilustradores temporales, como los espaciales y al contrario de los pictogramas, parecen ser más propios del grupo con estudios altos (5/6). El grupo con estudios básicos no presenta casos, y el grupo con estudios medios registra un solo caso. Se trata, de cualquier forma, de una cantidad tan escasa de ilustradores marcatiempo que cualquier comentario sobre su empleo debe abordarse de manera cuidadosa. Lo que sí es relevante es que este tipo de gesto es propio de las cláusulas orientacionales del relato.

Las tablas 2 y 3 permiten destacar la alta recurrencia de pictogramas por sobre otros tipos de ilustradores. Dichos gestos son los que proporcionan en verdadero sentido a aquello que se está relatando y permiten la interpretación adecuada por parte de la audiencia de la historia. De esta forma, se hace efectiva la realización del acto comunicativo (Cestero, 2021: 352).

TABLA4

Tabla 4. Distribución de ilustradores según género y nivel de estudios

Los datos expuestos en la tabla permiten poner el foco en tres dimensiones diferentes: en primer lugar, que el tipo de ilustrador que es la base de esta investigación constituye un tipo de recurso no verbal más preferido por los hombres que conforman las narraciones de la muestra. La sumatoria, de hecho, da cuenta de 138/306 casos totales versus los registros que se observan en las narraciones mixtas (88/306) y en las generadas entre mujeres (80/306). Estos hallazgos se derivan fuertemente de que entre los hablantes hombres con ustedes medios y universitarios, las diferencias de frecuencias observadas es elevada en comparación al resto de los relatos.

En segundo orden, es relevante que son los relatos producidos por los hablantes con estudios medios lo que más incluyen ilustradores (129/306), aunque seguidos de cerca por quienes tienen estudios universitarios (102/306). Sin embargo, en las narraciones producidas por los interlocutores con estudios básicos, lo que se observa son 54 ilustradores de diferencia con el grupo que más los emplea. Se trata, en concreto, de 75/306 gestos que ilustran el contenido de lo dicho.

En tercer lugar, resulta interesante que los tres tipos de ilustradores estudiados, solo en aquellos que han sido identificados como pictogramas se registran diferencias internas importantes, como la escasa cantidad observada en los relatos de hombre y mujer del grupo con estudios básicos (7/230) versus la frecuencia observada en las narraciones de los hombres con estudios medios (50/230). Tanto en los marcadores espaciales como en los temporales, las diferencias observadas en cuanto a la frecuencia de uso resultan menores (no más de 17 casos de diferencia).

En definitiva, si bien los hallazgos aquí expuestos apuntan a que son los hombres quienes más usan ilustradores y se distancian, por tanto, de las exposiciones de Burgoon, Guerrero y Floyd (2016), donde se señala que las mujeres emplean más gestos, se sigue manteniendo la lógica de que la credibilidad de la historia está reforzada por el empleo de gestos. Recordemos, en este sentido, que Labov (1972) ya precisaba que en la medida en que un evento fuese contable, era también poco común, raro y poco probable, por lo tanto, sería, a su vez, menos creíble. Reportabilidad y credibilidad se comportan de manera inversa. No obstante, investigaciones más recientes, como la de Knapp, Hall y Horgan (2014) destacan que las conductas no verbales marcan una conducta específica del lenguaje oral. Por ello, los gestos facilitan tanto la formulación de los mensajes como su organización y entrega efectiva, con lo que la relación inversa antes expresada queda anulada.

5 Conclusiones

Una vez completado el análisis aquí expuesto, las conclusiones se pueden organizar como sigue:

La presencia de gestos ilustradores manuales, del tipo pictogramas, marcadores espaciales y marcadores temporales, es muy alta en la secuencia narrativa, en especial, en lo que respecta a pictogramas.

En su conjunto, este tipo de gestos parecen contribuir a la reportabilidad del relato y, por tanto, se relacionan a la vez con la evaluación. En término pragmáticos, suelen estar muy vinculados con lo que se dice verbalmente, porque, de hecho, lo ilustran. Hacen, en este sentido, que la historia sea más teatral y dinámica ante los ojos del interlocutor.

Asimismo, se pudo observar que el vínculo con la dimensión verbal se desarrolla también en función de ciertos elementos que han sido descritos, a partir de diversos estudios empíricos, como parte del componente evaluativo del relato y se sitúan en las cláusulas de complicación de la acción. Es lo que se vio, por ejemplo, con el uso de presente narrativo y del pero enfático. Sin embargo, los marcadores temporales aparecen más en la orientación de la historia.

En relación con los factores externos y al menos desde el punto de vista descriptivo, se concluye que son las narraciones generadas entre hombres las que más presentan uso de ilustradores manuales, especialmente de pictogramas, y esto ocurre especialmente entre los hombres de los niveles de estudio medio y universitario.

Los datos expuestos en esta investigación apuntan a la importancia de indagar en la comunicación no verbal en relación con determinadas tipologías textuales, donde su despliegue puede jugar un rol esencial en la comunicación eficaz y en el entendimiento de los hechos que se están contando.

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[1] Las transcripciones se realizan con ortografía convencional y se completan en su escritura con paréntesis. Se destaca con negrita y cursiva la coestructuración verbal-quinésica. Para la lectura, H = Hombre y M = Mujer; cuando los narradores son del mismo sexo, se usa A y B. Al final, entre paréntesis aparece el código de la grabación: H-H = Hombre-Hombre, M-M = Mujer-Mujer y H-M = Hombre-Mujer. El número que le sigue corresponde al número asignado a la grabación —de 01 a 06 por casilla— y la letra final corresponde al nivel de estudios de los hablantes: B = Estudios Básicos, M = Estudios Medios y A = Estudios Universitarios.

[2] Para una revisión bibliográfica detallada sobre estas denominaciones, se sugiere revisar Betti (2007).

[3] El diseño narrativo permite recopilar datos sobre historias de vida y experiencias personales para su descripción y análisis (Riessman, 2008). Para obtenerlos, se incluye un turno preparatorio, cuyo propósito es mostrar familiaridad e interés por los entrevistados (Briz, 2016). Marshall y Rossman (2016), por su parte, destacan la relevancia del soporte digital para narrar historias, cuyo foco ha sido el poder de las imágenes digitalizadas para respaldar su contenido.

Footnotes

  1. Las transcripciones se realizan con ortografía convencional y se completan en su escritura con paréntesis. Se destaca con negrita y cursiva la coestructuración verbal-quinésica. Para la lectura, H = Hombre y M = Mujer; cuando los narradores son del mismo sexo, se usa A y B. Al final, entre paréntesis aparece el código de la grabación: H-H = Hombre-Hombre, M-M = Mujer-Mujer y H-M = Hombre-Mujer. El número que le sigue corresponde al número asignado a la grabación —de 01 a 06 por casilla— y la letra final corresponde al nivel de estudios de los hablantes: B = Estudios Básicos, M = Estudios Medios y A = Estudios Universitarios.↩︎

  2. Para una revisión bibliográfica detallada sobre estas denominaciones, se sugiere revisar Betti (2007).↩︎

  3. El diseño narrativo permite recopilar datos sobre historias de vida y experiencias personales para su descripción y análisis (Riessman, 2008). Para obtenerlos, se incluye un turno preparatorio, cuyo propósito es mostrar familiaridad e interés por los entrevistados (Briz, 2016). Marshall y Rossman (2016), por su parte, destacan la relevancia del soporte digital para narrar historias, cuyo foco ha sido el poder de las imágenes digitalizadas para respaldar su contenido.↩︎