Espectros de la movida
DOI:
https://doi.org/10.7203/KAM.4.4524Abstract
La Movida es uno de los prismas interpretativos fundamentales de la Transición. La historia oficial (o más bien oficializada desde la contemporaneidad) nos cuenta que durante comienzos de los 80 Madrid se transformó en un irreverente crisol de propuestas de diversa índole. Una serie de figuras dispares y heterogéneas rompieron con el traumático pasado franquista y modernizaron una sociedad anquilosada que carecía de la capacidad de beber de las vetas culturales que ganaban notoriedad en otros países. Así, el cine de Pedro Almodóvar, Eloy de la Iglesia o Iván Zulueta, la fotografía de Alberto García-Alix, Gorka de Duo, Miguel Trillo o Ouka Leele, la pintura de los/las Costus, Guillermo Pérez Vilalta, Ceesepe o Sigrido Martín Begué y la música de bandas como Alaska y los Pegamoides, Los Secretos, Radio Futura, Nacha Pop, Parálisis Permanente, Aviador Dro o Kaka de Luxe actuaron como la punta de un iceberg mucho más profundo que socavaba los principios constitutivos de una sociedad en pleno cambio. Fanzines como “La Pluma Eléctrica”, “Mental” y “Ediciones Moulinsart”, programas de televisión como “La Edad de Oro”, y “La Bola de Cristal” o locutores de programas musicales de radio tornados mecenas conceptuales de esta ruptura (Julio Ruiz, Jesús Ordovás o Gonzalo Garrido, entre otros) actuaban de catapultas que despedían nuevos ritmos, imágenes y sonidos desde los márgenes, con el ansía de crear nuevos modelos de socialización entre la ciudadanía. Aunque la plaga de las drogas se llevó por delante a algunos de estos creadores, unos pocos terminaron instalándose en el mainstream que un día despreciaron. Otros simplemente, desaparecieron o devinieron figuras de culto entre los cognoscieti de un determinado ámbito artístico, quizá por falta de talento, quizá por carecer de las herramientas necesarias para operar en ámbitos más amplios de comunicación de masas. A los que supieron navegar la “ola del cambio”, el sistema los integró en su modus operandi y, hasta cierto punto, también los contuvo. Negar hoy en día la importancia de la filmografía de Pedro Almodóvar o la brillantez lírica de Carlos Berlanga es un sandez desinformada. Afirmar que Fabio McNamara transmitía provocación, novedad y poco más también es innegable. Sin embargo, también es cierto que ahora Alaska presenta un programa de televisión en una cadena pública controlada por un partido de derechas—el Partido Popular—que ha sido particularmente hostil con la mayoría de los creadores culturales de este país en los últimos años y, además, ha actuado como estrella de un reality show en MTV junto a su “performativo” marido Mario Vaquerizo. Los libros de García-Alix están día sí y día también entre “lo recomendado” de una cadena de productos culturales como FNAC, que aspira a determinar los parámetros del gusto cultural en aquellos países donde opera. Es muy fácil acusar a estos actores culturales de la Transición de venderse al poder. También es fútil argüir que el ser underground garantiza la independencia y transformarse en un producto de consumo de masas fagocita tal condición. Igualmente, parece quizá erróneo re-pensar excesivamente la Transición desde el prisma de la Movida. Aunque su impacto no puede cuestionarse también es cierto que la mayoría de los telespectadores españoles veían “Sábado noche” y no “La Edad de Oro”, y que muchos más personas acudieron a las salas de cine a ver Loca academia de policía 2 o Top Gun que la maravillosa ¿Qué he hecho yo para merecer esto!! Como cualquier movimiento o tendencia artística que genera un seísmo en el status quo de un determinado tejido social, la Movida indudablemente es detectable en el imaginario cultural de la España contemporánea, conviviendo con muchas otras cosas, entre los vericuetos del llamado “otro cine” contemporáneo en películas como El Futuro de Luis López Carrasco pero también en el más banal concurso de karaoke de cualquier cadena de televisión. En otros términos, “La Movida” es parte de un gran tablero con fichas y territorios movedizos, apareciendo y desapareciendo a oleadas, de manera inconsistente, desde la heterogeneidad más absoluta, exactamente como nació en su día.
Este film propone un breve paseo por los espacios urbanos de Madrid donde nació el mito/realidad/ficción de La Movida. Indaga por las esquinas, edificios y locales. Intenta observar e intervenir. Observa para retratar el paso del tiempo en ese organismo cambiante que es la ciudad de Madrid e interviene para moldear unos recuerdos que quizá no tengamos pero construimos al encontrarnos de frente con los vestigios de algo que deseamos haber vivido. Es por tanto un alegato político y también un tour turístico, una búsqueda selectiva y una celebración de la casualidad. Abraza la contingencia guiando nuestros pasos. Pregunta y no responde del todo. Responde preguntas que no se plantean. Rezuma dudas pero también lanza inequívocos alaridos contra la homogeneización actual de cualquier gran megalópolis globalizada. Finalmente, busca La Movida en aquellos lugares donde puede que algún día estuviese, como coartada para hablar de la cotidianidad del presente, el día a día de una ciudad en la que en estos momentos, en otros lares, alguien quizá esté intentando cambiar las cosas como algunos de los mencionados artistas hicieron, allá por los lejanos 80. Una de las cuestiones clave es: ¿los descubriremos a tiempo, pudiendo disfrutarlos, desaparecerán sin dejar rastro o abrazarán el mainstream para ganar visibilidad, transformándose solo en bocetos de lo que pudieron llegar a ser?
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