Silence in the darkness

Resumen

Entre las vías principales de las afueras de las ciudades, todo un tejido natural intenta protegerse de la aniquilación. Muchos de estos lugares, espacios desiertos en zonas industriales desocupadas, están excluidos, fuera de la pantalla, fuera del encuadre. Es un paisaje al revés, parte de una naturaleza inculta que se ha convertido en un vestigio obsoleto, ruinoso, atrasado y casi salvaje en medio de la civilización urbana. En la serie fotográfica Silence in the darkness, la imagen toma como objeto el espacio, y es el alma del lugar sin alma lo que se escenifica. Las fotografías representan un no-lugar fotográfico; imágenes de un territorio anónimo, una zona tampón, una alternativa, un espacio intermedio o intercalar, de extrema banalidad, al margen de las metrópolis. Los páramos industriales, formados por terrenos baldíos y carreteras desiertas, representan verdaderas zonas de reparto donde reinan la inmovilidad y la ausencia. Lugares de transición y funcionales, pero también lugares de vagabundeo, en suspenso. Entre realidad y ficción, entre realidad social e imaginación poética, entre documental y ficción. A partir de entonces, estos lugares ya no pertenecen a las ciudades, de las que están excluidos, víctimas de la modernidad que hoy las atraviesa. Se han convertido en ruinas anacrónicas, estropeadas por el retraso de su evolución en el tiempo, símbolo de la complejidad de estos lugares. Las fotografías cuestionan el estatuto mismo de estas zonas indeterminadas, olvidadas, espacios de espera donde reina el silencio; el tiempo parece suspendido, amplificando la inmovilidad de la atmósfera. Lo que se desprende de estas imágenes son espacios inciertos, inconscientes, que parecen surgir de la nada; auténticos páramos, privados de toda presencia humana. Zonas hormigonadas y arboladas, iluminadas por la luz anaranjada de las farolas en una noche de invierno. Los diferentes colores que exploran los matices de la atmósfera urbana, a partir del oasis de luz de las farolas de vapor de sodio, crean un universo lívido y descolorido, entre el crepúsculo, la noche y la oscuridad, donde los árboles acaban convirtiéndose en siluetas. Una atmósfera pesada en este entorno luminoso, que acaba por sumir al espectador en un espacio de angustia, inmerso en una sensación opresiva. La sensación de inquietud se ve acrecentada por la atmósfera de luz pálida, una auténtica inundación de alumbrado público. Estos ambientes inundados, casi irradiados por el resplandor anaranjado de las farolas, forman un espacio aparte, místico y mágico, pero también fúnebre, austero y siniestro, que provoca cierta inquietud, una sensación de extrañeza, en un universo desestabilizador. Ante estas imágenes fotográficas, somos presa de una serie de reacciones ante lo que vemos, ante lo que sentimos; intentamos dar un sentido, un significado a todos estos lugares marginales, estos eriales, estos lugares intermedios de estatuto ambiguo. De hecho, comprenderlos, desvelar sus enigmas ocultos, arrancarles sus secretos.